La soledad es un cáncer oculto. La soledad es el enemigo número uno de nuestro tiempo, la plaga más sutilmente extendida y mejor disimulada. Nunca el hombre ha estado tan junto y tan sólo, tan bien comunicado y menos escuchado.
El hombre ha nacido para vivir en comunidad: No es bueno que el hombre esté solo, se dijo Dios para sí y nos creó hombre y mujer, y nos invitó a procrear, a fundar una familia. Experiencias vitales como la amistad, el enamoramiento, la paternidad, sentirnos hijos, son experiencias de relación que están marcadas en lo profundo de nuestra biografía personal.
Buscando un ejemplo en la Gramática, podemos decir «yo», porque existe un «tú»; y su relación hace posible pronunciar el plural: «nosotros». El ser humano toma conciencia de quién es, se construye como persona humana cuando se puede relacionar con otros. Y en este deseo de relación, tampoco el hombre es original: es simplemente una imagen clara de Dios.
De Dios nos dice san Juan que es Amor, y proclamar que Dios es Amor es denunciar la soledad. Porque el amor, si es auténtico necesita expresarse en relación amorosa. Dios es Uno pero no soledad. Dios es Padre, Hijo y Espíritu: «Tres personas distintas y un solo Dios verdadero», aprendimos en el Catecismo. El misterio trinitario es un misterio de relación. La Unidad de Dios se desborda en relaciones amorosas que nos revelan a Dios como Padre, como Hijo y como Espíritu. Es el misterio de la Santísima Trinidad que conmemoramos hoy. Y el cristiano debe ser imagen del Dios Amor, del Dios que es relación amorosa.
Jesucristo Resucitado nos manifiesta el misterio trinitario, al aparecerse a sus discípulos y enviarlos a la misión: Id pues y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… El Bautismo nos hace partícipes de esta vida trinitaria: somos hijos de Dios, incorporados a la gran familia de la Iglesia. El envío misionero, hacer discípulos, tiene hoy un plus: manifestar de forma explícita que nadie está solo. Dios es Padre, Jesucristo, el Hijo de Dios es nuestro hermano, y la fuerza del Espíritu nos estrecha en la comunión de la Iglesia. Los cristianos nos identificamos con una señal trinitaria: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Esta imagen de Dios en nosotros, nos empuja a crear un mundo nuevo: un mundo de amor, un entramado de relaciones que conviertan todas las soledades en una comunidad de hermanos. Hoy Dios nos trasmite una gran noticia: «¡Nadie está solo!».
Tuit de la semana: El misterio de Dios nos sobrepasa. La fe es un acto de amor a Dios que me habla ¿Mi fe es trinitaria: invocando al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo?
Alfonso Crespo Hidalgo