
El libro del Eclesiástico sentencia: Si quieres, guarda los mandamientos… Dios ha puesto delante de ti fuego y agua, extiende la mano a lo que quieras… Es una hermosa metáfora del gran don que Dios ha dado al ser humano: la libertad.
Ley, los mandamientos del Señor, es uno de los cimientos del pueblo de Israel, junto con el Templo, el sacerdote y el rey. El exilio, privaba al pueblo de poder ir al Templo, del servicio de los sacerdotes y de la autoridad del rey. Sólo le quedaba la Ley y los Profetas. Una ley escrita y conservada en las Escrituras del Antiguo Testamento. Pero una Ley que, a veces, se ha pervertido con un cumplimiento externo, estando el corazón lejos del Señor.
Jesús, a veces, ha atacado el cumplimiento de la Ley, cuando esta se queda simplemente en lo más externo, en unas normas, a veces excesivas normas, que se contentan en la apariencia de lo correcto. Es lo que con frecuencia reclamaban los fariseos: cumplir el sábado, aunque sea a costa de socorrer al necesitado. Jesús tendrá que corregir: no está hecho el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre.
Pero poner en cuestión la Ley es socavar uno de los pilares de la fe judía. Por eso Jesús quiere dejar muy claro: no he venido a abolir la Ley y los Profetas sino a dar cumplimiento… El que se salte uno de solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos… pero quien los cumpla y enseñe, será grande… Y Jesús comienza a mostrar la novedad que él nos trae: un cumplimiento más perfecto de la Ley. ¿Y cómo?
Repasando los distintos mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no jurarás en falso… Jesús nos propone otra forma de cumplirlos. No se trata de cumplir la letra de la Ley, siendo correcto externamente sino de mirar desde interior del corazón, con el deseo de hacer las cosas como a Dios agrada: no para que me vean sino porque al hacerlas bien yo me voy pareciendo a mi Maestro, voy acercando a la santidad. El cumplimiento o no de la Ley se gesta en la profundidad del corazón. Se puede dar la paradoja de un cumplimiento externo correcto pero lejano de la verdad de Dios. Previene Jesús: quien mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón…
Jesús apela a un cumplimiento de la Ley que brota del corazón que valora la bondad de la Ley y su deseo de ayudarnos a ir por el camino correcto. La Ley no es un conjunto de prohibiciones que nos constriñen sino una guía luminosa que nos lleva por el camino correcto, haciéndonos más libres. Pero es necesario un espíritu… Dios no se impone obligando, sino que se ofrece para conducirnos con sus leyes por el camino correcto, que lleva a la felicidad. Pero es necesario interiorizar esta Ley, llevarla al corazón, para que su cumplimiento no sea fruto del miedo al castigo sino del deseo parecernos a Dios.
Alfonso Crespo Hidalgo