
«Lo que Dios ha unido…». Conocemos esta máxima evangélica, pero quizás hoy, nos cuenta completarla: «¡que no lo separe el hombre…!». Es verdad que nos rodean muchas rupturas matrimoniales, pero no podemos convertir las estadísticas en norma. El auténtico amor reclama el «para siempre». Todo comenzó con la creación. Dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude. Así, se expresa el relato bíblico, con un lenguaje lleno de simbolismos, al narrarnos la creación del mundo y del hombre y la mujer. Prisionero de su tiempo y de la cultura de entonces, el relato adolece de un lenguaje centrado en lo masculino. Pero, hay que encuadrar cada relato en su tiempo. Lo realmente valioso es el mensaje que trasmite, un mensaje universal: el Génesis nos dice que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, esto es, iguales en dignidad y derechos: son los derechos de los hijos e hijas de Dios.
En el relato se respira un mensaje: Dios crea al hombre y la mujer por amor y nos destina a enriquecernos con el lazo del amor. Un lazo que se expresa en amistad, en matrimonio y en familia. Dios creó la pareja: hombre y mujer los creó, para que desarrollasen la vocación al amor, a la que todos somos llamados. Un amor de generosidad y entrega que crea el vínculo matrimonial; un amor que construye la familia, desde la base de la entrega mutua de un hombre y una mujer; amor que recrea y hace visible el mismo amor de Dios.
Hoy, el matrimonio es, hoy, «una institución agredida». Quiere quebrarse su significado original, llamando matrimonio a lo que simplemente se debería llamar pareja. Hoy, los cristianos debemos manifestar con claridad lo que es el verdadero matrimonio, y testimoniarlo con valentía a una sociedad confusa. El matrimonio es más que la ruptura de la soledad del individuo; algo más que irse a vivir juntos por ahorrar gastos; más que compartir dos egoísmos inquietos, celosos cada uno de su propia libertad. El matrimonio cristiano es «sacramento», o sea, un signo visible del plan de amor de Dios sobre el género humano. Dios llama, a muchos hombres y mujeres a construir, en la mutua entrega, una familia que haga presente el amor de Dios. Una familia abierta a la vida, que regale a la Iglesia y a la sociedad el don maravilloso de los hijos. No es bueno que el hombre esté solo, afirma el Génesis; pero, hablando de matrimonio, «no vale cualquier compañía».
Tuit de la semana: La normalidad en el matrimonio es el amor y la fidelidad. A veces, hay rupturas. ¿Defiendo los valores cristianos del matrimonio y la familia?
Alfonso Crespo Hidalgo