
EL DOMINGO DE RAMOS ES EL PÓRTICO DE UNA SEMANA DE PASIÓN, que culminará en la noche luminosa de la Pascua. La lectura de la Pasión según san Mateo, nos narra, y a veces la escuchamos con la indiferencia de una historia ya sabida, los momentos finales de la vida de Jesús de Nazaret, hasta que le colocan en el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia. La Pasión aparece como la crónica de un fracaso: ¿todo termina en el sepulcro? La respuesta, en la noche de Pascua.
El aplauso fácil, el éxito rápido y clamoroso, la victoria por eliminación de los competidores son signos de haber triunfado en la sociedad actual. Así se nos cuenta, al menos, desde las páginas de los periódicos y, también, lo hemos leído en las páginas de los libros de historia. Son valores que tienen un gran montaje propagandístico y que se encuentran encarnados en muchos «personajes o personajillos» que se presentan como «salvadores» de la humanidad. Pero ¿son éstos realmente los signos de la salvación?
El día de hoy comienza con una procesión muy popular y alegre: la de las palmas y los ramos de olivo, que nos adentra en otra historia. Los cristianos somos testigos de otra narración: hubo un hombre enviado por Dios, llamado Jesús, que se presentó como Salvador. Pero las claves de su éxito no coincidían con las señas de identidad de los salvadores oportunistas: Jesús entrega su vida para anunciar a los hombres la verdadera salvación y el camino para llegar a ella. Y para ello, siendo Dios «se hizo hombre». El Cristo Salvador es también Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios pero también el Hijo de María, la esposa de José, de profesión carpintero. Jesús se mezcló con los hombres, solidarizándose con los más desvalidos y oprimidos de la tierra. Como dice el apóstol Pablo: No hizo alarde de su categoría de Dios. Su mensaje era un mensaje de liberación, de salvación integral para todo aquel que acoge la gracia de Dios.
El cristianismo no es sólo mensaje de libertad, sino también estrategia de salvación: quiere transformar la sociedad, hacer del mundo el Reino de Dios. Y ello, supone la inversión de muchos de valores centrales de la sociedad, por ejemplo, «prestigio, poder, dinero, éxito… a cualquier precio», que esclavizan al hombre.
Jesús inaugura en este Domingo de Ramos una historia nueva y propone un hombre nuevo. Los valores que laten en la historia de la Pasión son los de un mundo que reconoce la soberanía de Dios, como Padre, y que construye la fraternidad El pueblo sencillo, a las puertas de Jerusalén supo descubrir en aquel hombre de Nazaret, al Mesías esperado y añorado, y supo acogerle como Salvador y gritarle: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
El Domingo de Ramos, cada uno de nosotros, creyentes y hombres y mujeres de buena voluntad, estamos invitados a acoger a Jesús en nuestro corazón con palmas de amor y olivo de gratitud por la salvación que nos trae.
Gritemos de alegría: Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo… Si nosotros callamos, ¡gritarán las piedras!
Alfonso Crespo Hidalgo