Hay que ser valientes para vivir la fe, defenderla incluso con lo más valioso que tenemos: la vida. A nosotros es probable que no se nos pida llegar a tanto, pero sí que ejerzamos la caridad con los demás, aunque comporte grandes sacrificios, con una sonrisa salida de lo más hondo de nuestro corazón.
Normal es que, en ocasiones, nos sintamos desanimados para seguir bregando en la tarea diaria de ser mejores servidores de Dios y de los hermanos;