Adviento y navidad
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Adviento y Navidad 2020
El tiempo litúrgico
El Año litúrgico no es simplemente un calendario es sobre todo la memoria de una Historia de salvación. A lo largo de cada año, la Liturgia de la Iglesia celebra el misterio de nuestra salvación, recorriendo los misterios de la vida de Cristo, el Señor. El Año litúrgico es un proceso iniciático, que nos adentra en los misterios de nuestra fe. El Año litúrgico posee una peculiar fuerza, no sólo expresiva y simbólica, sino sacramental y eficaz, para alimentar la vida cristiana y hacer de los hombres «hijos de Dios y herederos de la vida eterna» (Cf. Ga 4,6-7; Rom 8,14-18).
Origen y espiritualidad del Tiempo de Adviento
No todos los tiempos litúrgicos tienen igual peso e importancia. La primacía la tiene el Triduo Pascual, la conmemoración de Cristo muerto, sepultado y resucitado: todos los tiempos litúrgicos convergen en la Pascua y de ella reciben la luz y significado.
El Adviento es un tiempo preparatorio de la Navidad. Adviento quiere decir «venida». Durante las cuatro semanas del Adviento la Iglesia nos pone delante lo que fue la perspectiva histórica de la venida del Mesías, el acontecimiento mismo de su venida y la continua presencia de Dios en el mundo. También se nos prepara y advierte de otra gran venida en majestad, llamada Parusía, reservada para el final de los tiempos.
El Adviento es el tiempo de los vaticinios mesiánicos y de la esperanza de la Iglesia. Jesucristo se presenta como el que cumple las promesas hechas al Pueblo de Dios. Es el Mesías anunciado por los profetas: por Isaías, Zacarías, Isabel, Juan el Bautista y María. Así, pues, se nos enseña en este tiempo a vivir la esperanza de una salvación segura, a imitar la actitud gozosa, aunque tensa, del pueblo de Israel y a valorar e imitar el gesto condescendiente de Dios hacia los hombres.
En Navidad celebramos la fiesta de la cercanía de Dios, porque Dios se hace hombre como nosotros. En este tiempo de pandemia Dios se acerca aún más. Dios está ahí, esperando de nuestra generosidad que le abramos el corazón. Dios se nos regala, está al alcance de todos. Esta generosidad de Dios, reclama de nosotros que intensifiquemos nuestra oración y nuestra atención a las necesidades del hermano.
En el ciclo «B» leemos especialmente el Evangelio según san Marcos
La Iglesia ha distribuido la lectura de los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) de una forma sucesiva, en tres ciclos: ciclo A (san Mateo), ciclo B (san Marcos), ciclo C (san Lucas). Ellos se van sucediendo cada año. El Evangelio de san Juan aparece en los tres años. En este nuevo Año litúrgico, seguimos el ciclo «B», y leeremos fundamentalmente el Evangelio según san Marcos.
El Evangelio de Marcos tiene unas características propias: pretende mostrar toda la historia de Jesús, a fin de que los que escuchen la predicación de esta Buena Noticia, reconozcan en Jesús de Nazaret al Mesías esperado, Jesucristo Hijo de Dios.
En el Evangelio de Marcos hay una gran pregunta: ¿Quién es Jesús? Se lo pregunta la gente (1,27;6,2), los discípulos (4,41), los adversarios (6,14ss). El mismo Jesús plantea esta pregunta: ¿Quién decís que soy yo? (8,27); sólo Pedro da la respuesta exacta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (8, 29). Previamente Dios nos había presentado a Jesús como su Hijo: “Tu eres mi Hijo amado” (1,11)
Después de la primera confesión de fe en Jesús como Cristo, el Hijo de Dios, por parte del apóstol Pedro, el evangelista Marcos nos aclara ahora en qué sentido Jesús es el Cristo, el Mesías: no ciertamente en el sentido que se esperaba la gente o los discípulos, como un caudillo triunfador (8,31ss; 9,30ss; 10,32ss); es el Cristo como Hijo de Dios crucificado y resucitado. Así lo refleja la profesión de fe del centurión pagano al pie de la cruz: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15,39).
Los domingos de Adviento
Las lecturas de los Domingos de Adviento son tomadas generalmente: la primera, del profeta Isaías; la segunda, de una Carta de San Pablo, y el Evangelio, hace referencia al tiempo propio que vivimos. Cada domingo tiene una idea central:
- Domingo I de Adviento (29 de noviembre). “El Señor viene”. Ello provoca en los creyentes la necesidad de estar vigilantes: “vivir una vida llena de esperanza”. Es el domingo de la espera. Las lecturas resaltan la espera y nos invitan a estar en vela. Se acerca nuestra salvación. Se nos sugiere: «Vigilad y estad despiertos». El Señor está ya cerca. Y nosotros gritamos: ¡Ven Señor Jesús!
- Domingo II de Adviento (6 de diciembre). «Preparad el camino». El personaje central de este domingo es Juan Bautista que aparece en el desierto, llamando a la penitencia y la conversión; nos grita: «Convertíos, se acerca vuestra salvación». Es el domingo de la conversión. Ello provoca en los creyentes «la necesidad de abrir el corazón a la salvación».
- Domingo III de Adviento (13 de diciembre). “Está, ya en medio de vosotros”. Esta certeza de la venida del Salvador provoca en los creyentes una gran “alegría contagiosa a todos”. Es el domingo de la alegría. En medio del Adviento se sitúa este domingo, que se llama Gaudete: ¡alegraos! Las oraciones de la Misa y las lecturas nos invitan a estar alegres por la venida del Salvador.
- Domingo IV de Adviento (20 de diciembre). “Su nombre es Enmanuel: Dios con nosotros”. Dios se hace hombre como nosotros. Nosotros lo esperamos “con el mismo amor que lo esperó María”. Es el domingo del anuncio. Los domingos anteriores nos anuncian la venida del Mesías. Ahora María y José se preparan para recibirlo.
María, Nuestra Señora de la Esperanza está en vigilante espera con nosotros. La Comunidad, aprende de María a esperar a su Señor. Adviento es tiempo de esperanza, de acompasar el compás de nuestra espera al ritmo amoroso de Dios que se nos acerca. La Comunidad celebrará gozosa la presencia del Hijo de Dios hecho hombre como nosotros.
Las fiestas de Navidad y Epifanía
Navidad es todavía hoy una celebración muy sentida. Se puede decir que es una fiesta litúrgica que ha penetrado en la cultura. Existen ciertamente aspectos negativos como el desenfrenado consumismo que hace olvidar al auténtico regalo, que es Cristo.
– La fiesta de navidad (25 de diciembre). La solemnidad de Navidad, preparada por el tiempo de Adviento, se introduce con las primeras Vísperas del 24, se celebra con la Vigilia y la Misa de Medianoche, una de las más solemnes del año; se prolonga además, con la misa de la aurora y del día 25 siguiendo la antigua tradición. El tiempo festivo de la Navidad se alarga con la celebración de una octava, en la que se celebran diversas fiestas:
– El Día de la Familia (día 27 de diciembre, el primer domingo después de Navidad): fiesta entrañable que nos presenta a Jesús rodeado de María y José, manifestándonos en la imagen de la familia el Misterio del Trinidad.
– La fiesta de la Virgen, Madre de Dios (día 1 de enero): celebramos el primer título de María: ella es ante todo la Madre del Señor. En esta jornada se celebra también el Día de la Paz, uno de los dones que nos trae el Mesías y del que tanto necesitamos.
– El Día de Epifanía (día 6 de enero): que nos recuerda con la fiesta de los Reyes Magos la manifestación de Dios a todos los pueblos, a Oriente y Occidente.
– La fiesta del Bautismo de Jesús (día 10 de enero, domingo después de Epifanía): en la que Jesús es presentado por el Padre a los hombres: ¡Este es mi Hijo amado, escuchadle! El Bautismo de Jesús, nos invita a renovar la gracia de nuestro Bautismo.
Algunas sugerencias para vivir el Adviento
1.- Leer y meditar los textos de la misa del domingo.
2.- Ir leyendo el profeta Isaías: cada día un capítulo.
3.- Ir creando un ambiente «cristiano de Navidad» y no de consumo de cosas.
4.- Montar el Belén, explicando a los niños el sentido de cada figura.
5.- Visitar en estos días, guardadando las MEDIDAS SE SEGURIDAD, a personas más «solas»: sobre todo personas mayores, que necesitan más de nuestra presencia, enfermos, etc.