Tiempo de Cuaresma
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Tiempo de Cuaresma :
40 pasos hacia la Pascua
La Liturgia centra nuestra mirada en lo esencial: contemplar el misterio de Cristo y desde él contemplar el misterio del hombre; la liturgia es una maestra que nos enseña a vivir el tiempo a la luz de la salvación, señalando los «tiempos fuertes» que nos ayudan a vivir las fiestas principales de nuestra fe. Uno de los tiempos especiales es la Cuaresma.
El tiempo «especialísimo» de Cuaresma
La Cuaresma se inicia con la imposición de las cenizas y la invitación: Conviértete y cree en el Evangelio (Mc 1,15). Con estas palabras, Jesús comenzó su misión en la tierra para reconciliar a los hombres con Dios. En efecto, como nos enseñó san Pablo, todo viene de Dios Padre, que manifestó su misericordia reconciliando consigo al mundo mediante Cristo y confió a la Iglesia el ministerio de la reconciliación (cf. 2Cor 5,18).
El acto penitencial con que se inicia la celebración eucarística puede adquirir en Cuaresma un sentido particular. En él, la Iglesia implora la misericordia de Dios: ante el derroche de misericordia del Padre, el creyente no puede sino situarse en la disposición de ánimo del publicano de la parábola evangélica (cf. Lc 18,13) y asumir, además de sus sentimientos, sus gestos de arrepentimiento y de reconocimiento de la propia indignidad para poder entrar en relación de fe con el misterio de Cristo que se celebra. La necesidad y deseo de conversión caracteriza toda la existencia cristiana.
Con el Miércoles de Ceniza comenzamos la Cuaresma
El Miércoles de Ceniza es un «pregón de Cuaresma». Es el pórtico de 40 días para acercarnos a la Pascua del Señor. Son 40 pasos para acercarnos a la casa del Padre… Es un largo recorrido, pero el camino se hace corto si eliminamos el peso de nuestros pecados y avivamos el deseo ardiente de encontrarnos con la persona que más nos ama: Dios nuestro Padre, que sale a la puerta de la casa para darnos, como al hijo pródigo, el abrazo de bienvenida y reconciliación. El tiempo de Cuaresma es un tiempo propicio para la conversión, para enderezar la vida, para preparar los días de Pascua.
Los signos de la Cuaresma
Tres acciones, en el ámbito personal y comunitario, pueden hacer que este tiempo de Cuaresma, inaugurado el Miércoles de Ceniza, sea diferente y especial:
La Oración. El diálogo más intenso con Dios nos devuelve a la comunión con Él, mediante la escucha de la llamada a la conversión. Se trata de recuperar el trato y la amistad con Dios, como fuente de todo bien. Acudimos a Dios pidiendo fuerzas para realizar en nosotros mismos la reforma cuaresmal, para cambiar radicalmente nuestra forma egoísta de ser.
El cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad. La Palabra de Dios alimenta la oración cotidiana.
El ayuno y la abstinencia. Se trata de prescindir de cosas superfluas. Así, descubrimos que el verdadero alimento nos viene de Dios: No sólo de pan vive el hombre. También, al negarnos algo que esté permitido, logramos un mayor dominio sobre mí mismo, fortalecemos la lucha contra las pasiones, alentamos la libertad espiritual y la reconciliación con Dios y los hermanos. Eso, nos abrirá también a las necesidades de los demás, pues la privación voluntaria abre nuestro corazón a la comunicación de bienes.
El ayuno y la abstinencia, tiene un contexto más profundo y esencial que la simple privación de alimentos. No es el simple hecho de no comer carne; es una manera de mostrar el «señorío sobre nuestros propios instintos». Y nos lleva a otro ayuno espiritual: el ayuno del hombre viejo y la renuncia a los propios caminos egoístas para abrazar los el amor de Cristo.
La limosna o misericordia. Son gestos que nos abren a las necesidades del prójimo, a compartir con quienes no tienen. De este modo, alcanzamos la paz y la reconciliación con los hermanos. Hay nuevas formas de limosna: compartir nuestro tiempo, una vida austera en la educación de los hijos, enseñándoles a compartir. La limosna se reviste de muchos trajes: comida, amistad, comprensión, cercanía, visita al enfermo, perdón, cuido de la naturaleza… Recordemos las obras de misericordia corporales y espirituales.
Un ejercicio de piedad muy popular: el Vía crucis
El hombre es un caminante hacia Dios, un peregrino. La diferencia entre el peregrino y el vagabundo es que el primero tiene meta de llegada; el segundo, a veces dramáticamente, deambula en torno a su propia soledad. Es la tragedia de nuestro siglo: el hombre cuando pierde a Dios, no encuentra su norte.
Todos sabemos que hay una manera de acortar un camino: cuando nuestra meta es Alguien, el camino se acorta si sale a nuestro encuentro. Y Dios, meta de nuestra vida, no es un algo inmóvil o una sensación difusa: es Alguien que nos llama por nuestro nombre, que quiere ser llamado por su propio nombre. En la Encarnación de su Hijo, Dios ha acortado el camino saliendo a nuestro encuentro. Y nos invita a buscarle.
Existe una devoción de raigambre popular y de gran densidad espiritual, el Vía crucis, que nos agrupa para contemplar el camino de la Pasión de Cristo, que culmina en su muerte salvadora. Es una procesión exterior que nos invita a otra «procesión interior», un itinerario personal: el de la propia conversión, el poder mirar a Dios cara a cara para decirle como el hijo pródigo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No merezco llamarme hijo tuyo. El sacramento de la Reconciliación, será la antesala para sentir de nuevo el abrazo del Padre que nos acoge y nos invita a la fiesta del Banquete eucarístico.
Unos sencillos compromisos de Cuaresma
Cuaresma es tiempo propicio para recibir un nuevo abrazo del Padre, reconciliándome con Él y sentándome a la Mesa de la Eucaristía. He aquí dos recomendaciones sencillas: 1º) Participar de la celebración penitencial de mi Parroquia, propiciando una confesión personal, serena y reflexionada en la oración; 2º) Celebrar el Triduo Pascual, colaborando en su preparación, asistiendo a las Charlas Cuaresmales y participando en la Vigilia Pascual.
1ª.- Participar de la celebración penitencial de mi Parroquia, propiciando una confesión personal, serena y reflexionada en la oración.
2ª.- Programar la celebración del Triduo Pascual en mi Parroquia, colaborando en su preparación, asistiendo a las Charlas Cuaresmales; participando activamente en la Eucaristía.