El camino de Jesús con sus discípulos hacia Jerusalén se convierte en una «escuela itinerante del Evangelio» (Cf Lc 9,51ss.). El Maestro, contemplando a sus discípulos, se siente satisfecho. En un momento, «el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos» (Lc 10,21). Es una alabanza más a su Madre, su discípula más fiel.
María evalúa al perfecto discípulo
María nos ha llevado, de la mano de su propia experiencia, por los misterios de nuestra fe. Hemos recibido sus lecciones, dictadas con la sencillez del amor de la Madre por el Hijo, de la primera discípula por el mejor Maestro. Con estas lecciones, nos ha descrito la figura del cristiano, el perfil del «perfecto discípulo» de Cristo. Al final de todas las lecciones, suele haber un examen. Pero, no se trata de evaluar conocimientos. Queremos pedir a María que nos ayude a medir la intensidad de nuestro amor a su Hijo y Señor. Ayudándonos de este «decálogo» nos examinamos «en la escuela de María» sobre la calidad de nuestra condición de hijo de Dios y discípulo de Jesucristo:
1. Un cristiano es una persona que reconoce a Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios hecho hombre. Se siente atraído por su persona, su causa y su doctrina. Organiza su vida de una manera coherente con los valores que encierra el Evangelio, manifestándose como seguidor de Jesús de tal forma que los demás pueden apoyarse en el testimonio de su vida para conocer el Evangelio y vivirlo.
2. Un cristiano es una persona que llama a Dios Padre, vive confiado porque se siente en sus manos, se sabe hijo y hermano de todos, y se deja llevar por el Espíritu Santo.
3. Un cristiano celebra el sacramento de la Penitencia, para reconciliarse con Dios y la comunidad, porque se siente pecador personalmente y solidario con el pecado de tota la humanidad. En el Sacramento se siente salvado y agradece de corazón esa salvación.
4. Un cristiano es una persona que ama al prójimo como lo hizo Jesús, hasta dar la vida, poniendo su amor más en las obras que en las palabras, solidarizándose con sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias, especialmente las de los pobres y de los que sufren.
5. Un cristiano es una persona que ora con frecuencia, haciendo de su vida una auténtica oración a Dios. Ora personalmente con una actitud de escucha a la voluntad de Dios, agradeciéndole tanto bien recibido y pidiendo humildemente su ayuda. Ora también en común, siendo capaz de solidarizarse con los sentimientos de los demás y hacerlos suyos compartiendo fe y vida. La Biblia es su libro de vida. La oración, como a María, le lleva a decir: «Hágase en mí según tu Palabra».
6. Un cristiano es una persona que celebra la Eucaristía, el sacramento del pan y el vino compartidos, comprometiendo en ella, con todos los demás cristianos, toda su vida: recordando el sacrificio de Jesús, escuchando su Palabra, compartiendo los bienes con los más necesitados.
7. Un cristiano es una persona que pertenece a una gran comunidad de seguidores de Jesús: la Iglesia. La acepta y la quiere con sus luces y sus sombras como a la propia familia, trabajando en ella y con ella para que prosiga su misión: anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios a los hombres de todos los tiempos.
8. Un cristiano es una persona que vive sus responsabilidades en la sociedad y se compromete en el trabajo, la política y el pueblo, desde una opción preferencial por los pobres, tratando así de luchar por la justicia. Sabe que el Espíritu del Señor le envía a los más pequeños y desvalidos.
9. Un cristiano es una persona en la que no hay en él separación entre fe y vida: toma postura crítica ante el confort y la sociedad consumista, eligiendo la sencillez, austeridad y solidaridad como modo de vida; comprometida con la denuncia de cualquier violencia.
10. Un cristiano potencia los talentos recibidos: es una persona anclada en la humildad, pero reconoce sus talentos, los agradece, los desarrolla y los ofrece, haciéndolos útiles en el servicio a los demás. Así, vive alegre y contribuye a crear un ambiente de alegría: vive abierto a la esperanza, desterrando la indiferencia, el pasotismo, la desilusión, porque sabe que Dios le acompaña hasta el final.
Rezamos a María, la única «perfecta discípula» de su Hijo y «maestra amable» del Evangelio, con la oración que la Iglesia de Málaga dirige a su Patrona:
Santa María de la Victoria, Madre de Dios y Madre nuestra:
Muéstranos a Jesús, camino, verdad y vida
de la Iglesia de Málaga que te invoca como Patrona.
Mantén y acrecienta en los malagueños la fe cristiana
tantas veces combatida en nuestros días por la secularización y el laicismo.
Haznos sensibles al dolor de los que sufren
y cercanos a todas las formas de pobreza en nuestros hermanos.
Te pedimos por las vocaciones al matrimonio,
por el fomento del amor a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural,
la educación de los niños,
la formación humana y cristiana de la juventud,
el amor y la fidelidad de los esposos, la atención a los ancianos.
Intercede por nuestra Iglesia diocesana de Málaga y por toda la Iglesia universal,
que todos los cristianos crezcamos en fidelidad al Evangelio.
Concédenos, también, abundantes vocaciones
al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada.
Te lo pedimos a ti, Santa María, modelo de vida cristiana.
Unidos a ti llegaremos a la VICTORIA definitiva
que Dios nos ha concedido por los méritos de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.