Después de la Ascensión de Jesús, los discípulos bajan a Jerusalén y viven reunidos en comunidad: «Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús» (cf. Hch 2,9-14).
Este primer grupo de apóstoles, cuyos nombres se reseñan, junto con María la Madre del Señor y otras santas mujeres y discípulos, constituyen el germen de la Iglesia.
Jesús quiso la Iglesia
Desde el principio de su misión, Jesús quiso que comenzara a surgir un grupo de discípulos suyos en los que se viviera la buena nueva de la llegada del Reino de Dios que él vino a anunciar. Jesús quiso también que la comunidad de sus discípulos siguiera anunciando al mundo esta buena nueva cuando él volviera al Padre. Esta comunidad que se reunía en torno a Jesús, era la semilla de la futura Iglesia, que por la acción del Espíritu que él enviará desde el Padre comenzará a brotar, después de su Resurrección.
Esta Iglesia que es una comunidad de hermanos que se sienten hijos de Dios y se aman, es a la vez, una familia «estructurada». Siendo todos iguales, sin embargo, algunos hermanos tendrán una responsabilidad mayor en el servicio a sus hermanos. En este sentido, Jesús elige a Pedro como el responsable último, como la piedra sobre la que fundamentará su Iglesia, y escoge a los Doce apóstoles como los cimientos de la misma.
Jesús nos ofrece bellas imágenes y parábolas para mostrarnos el misterio de la Iglesia. Se define como la vid que da fruto en aquellos discípulos suyos que, como sarmientos, viven unidos a él (cf. Jn 15,1-8). Se siente como el Buen Pastor que conduce a su Iglesia y da la vida por ella (cf. Jn 10,11-18). Jesús ha amado a la Iglesia hasta entregarse a la muerte y con ella estará hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20), en la mesa de la Palabra y, de modo especial, en la mesa de la Eucaristía. A esta Iglesia nos incorporamos nosotros por el Bautismo, «que nos hace hijos de Dios y miembros de su Iglesia».
La Iglesia, «una gran familia»; la familia, «una pequeña iglesia»
Hay una entrañable relación entre familia e Iglesia que se suele describir con dos bellas expresiones: la familia es «cuna de la Iglesia» y la familia es una «iglesia doméstica». La primera señala que la Iglesia nace en la familia cristiana y en ella crece. La familia ofrece a la Iglesia sus hijos para que reciban, por el Bautismo, la gracia de ser hijos de Dios. La segunda nos señala que la familia es una verdadera iglesia en pequeño, porque participa de la acción de la gran Iglesia: la familia es una comunidad que profesa la fe, la celebra con los sacramentos y la hace testimonio en su vida de servicio y de caridad.
Como «Iglesia doméstica», la familia desempeña también un papel fundamental en la misión de la Iglesia: la familia es un cauce privilegiado para transmitir la fe y los valores cristianos. La familia es el corazón de la «civilización del amor».
María, madre de la Iglesia, reina de la familia
En los primeros momentos de la ausencia física de Jesús, María, como madre, congrega a los hijos confiados por el Hijo a los pies de la Cruz y sostiene su fe, alienta su esperanza y los fortifica en el amor mutuo. La Virgen está íntimamente unida al misterio de Cristo y de la Iglesia. Y la invocamos: «Madre de la Iglesia».
María, junto a José, «el hombre fiel y prudente, a quien Dios puso al frente de su casa», y el Niño, forman una estampa ejemplar, cargada de amor y ternura: la familia de Nazaret el son ejemplo de toda familia. Por eso la invocamos: «Reina de la familia».
María no es una madre posesiva, sabe perfectamente su papel: presentarnos a su Hijo. Con discreta presencia indica al verdaderamente importante: ahí está vuestro Salvador, dirá desde el silencio a los pastores, a los reyes de Oriente, y a todos los que se acercan a contemplar el Misterio, mientras Ella lo «guarda todo en su corazón». Podemos concluir con una oración que repetía san Ignacio de Loyola: «Madre, ponme junto a tu Hijo». ¡Buen lugar!