En el umbral de la muerte, Jesús deja el mejor de los regalos a sus hermanos los hombres. Sintiendo la soledad de su Madre, y señalando Juan, le susurra: «¡Ahí tienes a tu hijo!» (Jn 19,26). Y viendo el desvalimiento del discípulo y amigo, señala a María, y le brinda la mejor compañía: «¡Ahí tienes a tu madre!» (Jn 19,27). La escena concluye con un gesto solemne: «Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,27).
Acoger a María en «mi casa» significa hacerla partícipe de nuestra vivencia afectiva y pedirle humildemente que nos cuente sus propias experiencias. Ella que todo lo «guardaba y meditaba en su corazón» (cf. Lc 2,51) supo saber de Dios y «saborear su misterio».
Los misterios de María, páginas del Misterio de Dios
El culto se dirige fundamentalmente al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, reflejando el plan salvador de Dios. Pero como María ocupa un puesto singular dentro de este plan salvador, el culto cristiano dedica también una atención singular a la Virgen María.
Manifestación de este culto mariano son las numerosas fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios, las bellísimas oraciones con que la tradición se ha dirigido constantemente a ella y las múltiples devociones con que el pueblo cristiano más sencillo honra la presencia y protección de la que considera su Abogada. Entre estas devociones, podemos contar el santo Rosario, el Angelus, y el mes de Mayo.
31 lecciones para la santidad, en «la escuela de María»
María es «maestra» porque aprendió de su Hijo e hizo experiencia propia todo lo que oyó de su Maestro. Vamos a ir a la «escuela de María» para que nos guíe, como madre y maestra, por la contemplación de los misterios centrales de nuestra fe, recogidos en el Credo: primero, la confesión de la Santísima Trinidad: «creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo»; a esta revelación de Dios, el creyente responde con la vida teologal: «vida de fe, esperanza y caridad»; contemplaremos los veinte misterios del Rosario; reflexionaremos sobre los Sacramentos y concluiremos con la llamada universal a la santidad, sobre la que el Francisco medita en su última Exhortación apostólica Gaudete et exsultate (¡Alegraos y regocijaos!). Dice el Papa: «Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad… Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él. En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él» (nn. 19-20).
Son 31 lecciones, en homenaje a los 31 días del mes de mayo.
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nos acompaña en el desarrollo de estas lecciones: al final de cada una, se recomienda la lectura de unos números del mismo y una pregunta para la meditación personal.
De la mano de Santa María de la Victoria, iniciamos estas meditaciones, como homenaje al 150º Aniversario de la Proclamación de Santa María de la Victoria como Patrona de la Diócesis de Málaga, y en el 75º Aniversario de su Coronación Canónica.